Se Nace o se hace Resiliente

Gio Molina

· Últimos artículos

Hay momentos en la vida en los que sentimos que todo se tambalea: una pérdida, una traición, un cambio inesperado… Y, sin embargo, algo dentro de nosotros se mantiene de pie. Como el bambú, que se dobla con el viento pero no se rompe. A eso lo llamamos resiliencia.

Pero, se nace o se hace resiliente?

A mi parecer, la semilla está en todos.

Todos nacemos con la semilla de la resiliencia. Es parte de nuestra esencia como seres humanos. Así como el corazón sabe latir y la respiración sucede sin que la ordenemos, también nuestra alma sabe cómo sanar. Sin embargo, como toda semilla, necesita cuidado, tiempo, y práctica consciente para florecer. Necesitas mirarlo para saber que existe.

A veces pensamos que ser resiliente es no quebrarse nunca, mantenerse siempre fuerte. Pero la resiliencia no es dureza. Es suavidad sabia. Es caer al suelo, tocar fondo, mirar el dolor con los ojos abiertos… y aun así, elegir levantarse, respetar tu ritmo respetar tu tiempo, pero levantarte suave y lentamente.

En el camino del yoga aprendemos que la resiliencia no se encuentra afuera, sino dentro. En cada inhalación profunda cuando todo parece colapsar. En cada savasana donde aprendemos a soltar. En cada momento en el que elegimos quedarnos presentes, aún cuando duele.

La práctica nos enseña a regresar al centro, a ese espacio sagrado donde el miedo no tienen la última palabra. Donde recordamos que no estamos rotos, solo estamos transformándonos

Hacernos resilientes es volver a ser quienes realmente somos

Cada vez que eliges respirar en medio del caos, cada vez que confías sin garantías, estás cultivando resiliencia. Estás recordando que eres más fuerte de lo que creías, más sabio de lo que imaginabas, más compasivo de lo que nunca pensaste.

La resiliencia no es una armadura, es una danza. No se trata de resistir a todo, sino de rendirse a lo que es, confiar en el proceso, y seguir caminando con el corazón abierto.

Cierra los ojos… y escucha

Tal vez hoy estás atravesando una tormenta. Tal vez sientes que no puedes más. Si es así, cierra los ojos. Respira. Coloca una mano en tu corazón. Recuérdate con suavidad:

“Estoy aprendiendo a ser resiliente. No porque no me duela, sino porque he decidido sanar.”

Y en ese acto de presencia, de fe, de amor por ti mismo… la semilla comienza a florecer.

CON CARIÑO GIO